viernes, 1 de mayo de 2015

SI NO LA PARAMOS SEREMOS CÓMPLICES! FRENEMOS LA MATANZA DE GATOS EN CARTAGENA

 
Pedir bajo amenaza no es pedir, es otra cosa...
(Sobre la exigencia de un plan de colonias urbanas con fecha límite)
 
La convivencia con los gatos es un hecho inherente al asentamiento de comunidades humanas. No son pocos los “servicios” que los gatos han prestado a la sociedad, siendo el más conocido el control de roedores. El gato nacido en la calle es responsabilidad directa de la administración y es ella la que debe proveer de los medios para que la convivencia entre felinos y vecinos sea armoniosa. Hace ya décadas que la CES (captura, esterilización y suelta) de los felis catus, además de otras medidas de gestión de colonias, se ha revelado como la manera más barata, efectiva y ética de manejar esta realidad. En cada vez mas ciudades españolas y europeas las asociaciones cuentan con voluntarios abnegados que asumen la atención directa con los animales y las partidas municipales suelen contribuir con el proceso. Las entidades gateras, además, acostumbran a detectar aquellos gatos caseros que han sido abandonados o están perdidos. Para estos, la calle no es un buen lugar, y el retorno o una nueva familia es la mejor opción.
Las antiguas capturas masivas de los animales despreciados por carecer de un dueño particular- por ser propiedad de todos en realidad- van siendo desterradas por inútiles, caras e inmorales. Inútiles ya que los espacios vacíos, tarde o temprano, son conquistados por nuevos gatos. Son caras,  porque cualquier euro invertido en algo inútil es despilfarrado e inmoral por que violentan los principios éticos de respeto a los animales sentientes que recoge el Tratado de Lisboa en su artículo 13.
Es muy oportuno realizar un cuidadoso plan de colonias urbanas para disfrutar de todos los beneficios que reportan los gatos - también como atracción turística- sin ninguno de los inconvenientes, pero para eso se necesitan al menos seis meses y una oportuna contribución. Cartagena tiene la oportunidad de hacer las cosas bien, pero como en todo, se hace imprescindible un tiempo mínimo de preparación y ejecución de los protocolos, un presupuesto y buena voluntad. Si uno impone unas condiciones draconianas ¿igual no es que esté preocupado por salvaguardar la salud y convivencia de los animales de dos y cuatro patas? ¿igual es que quiere dar un golpe sobre la mesa aunque le cueste la vida a cientos de gatos, el disgusto de muchos ciudadanos y ciudadanas y el prestigio a la ciudad?.

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